lunes, 5 de agosto de 2019

LA MERCED EN AGOSTO FUNDACIÓN DE LA ORDEN

En la ciudad de Barcelona, burguesa y condal, hay un bullir constante de hombres y mujeres por sus estrechas callejuelas de piedras, desde el puerto hasta la catedral. Era el 10 de agosto de 1218. Las campanas, envueltas en tañidos de júbilo, convocan a la celebración a todos los creyentes de esta vieja ciudad mediterránea. Hubiera podido ser una de el polvo del tiempo y abandonadas en la mazmorra de la indiferencia. ¡Pero no! Fue una celebración jubilar que, por el impacto de la fe, acabó escribiéndose con letras de amor inextinguible en la conciencia, en el corazón y en las manos de la Madre Iglesia. Se celebraba la fundación de la Orden de la Merced, en la Catedral de Barcelona, ante el obispo de la ciudad. Berenguer de Palou, y ante el joven rey de Aragón, Jaime I, después llamado el Conquistador. La Iglesia acogía en su seno de madre la iniciativa divina de Pedro Nolasco quiso seguir hasta la entrega de la vida si fuera menester.

Pedro Nolasco, no lo olvidemos, es un laico; un caballero de Dios al servicio de la fe de los cautivos; un hombre de fe, comprometido en la iglesia, que quiere hacer efectivo su compromiso cristiano más allá de las palabras. La vocación laical en la iglesia cobra fuerza especial en él, en un tiempo y en un ambiente en el que los laicos actúan, sobre todo, en la retaguardia. Pedro Nolasco, con su obra redentora de liberación de cautivos, es uno de los laicos que se lanza a la vanguardia de la fe, convencido de que su vocación tiene que atravesar los límites del conformismo y de la comunidad para llegar a la frontera, a la mazmorra, allí donde la fe está en peligro y necesita aliento y fortaleza. Esta iniciativa laical, que acoge también a los clérigos, durará un siglo en la Orden.

Los mercedarios son caballeros de la paz, mercaderes de la libertad y, aunque están influenciados por las órdenes militares, nunca participarán en empresas guerreras de defensa o de conquista. Su único empeño, su batalla más encarnizada, se desarrollará en el campo de la esclavitud, en las mazmorras de la opresión, en los lúgubres callejones donde la fe está en peligro porque ansía la luz del Sol que nace de lo alto.

Fuente: La Merced en la Liturgia 2018-2019