“Dios
hace todo con sabiduría. Eligió un camino, el de siempre; recurrió a la buena
voluntad de un ser humano, un joven cristiano desde su niñez, de corazón
sensible y dado a la solidaridad con los más pobres y afligidos. Conocemos su
nombre: Pedro Nolasco. Era un mercader cristiano que, no cabe duda, vio con sus
propios ojos la desesperada situación de los cautivos. Se dejó conquistar por
esa realidad que golpeaba su alma sensible y, por mucho tiempo, dará vueltas en
su mente y en su corazón: ¿Qué se puede hacer frente a tanto dolor? Y el Señor
lo fue conduciendo, poco a poco, de que era necesario hacer algo. Es
fundamental la relación que Pedro Nolasco comienza a vivir con la Persona de
Cristo hasta llegar a un extraordinario descubrimiento: es Cristo el que está
padeciendo en los cautivos. De ahí que comienza a meditar qué hizo el Señor por
los pecadores: entregó su vida por amor. De esta manera, Nolasco llega a la
puerta de una decisión vocacional de largo tiempo de discernimiento. Hay una
fecha antes de fundar la Orden que vale la pena mencionarla: es el año 1203
cuando se empinaba en los 23 años de edad. Junto a otros compañeros de ruta,
Pedro Nolasco realiza la primera redención de cautivos invirtiendo en ello sus
propios bienes.
Sin
embargo, todavía no era la hora de Dios para fundar la Orden. Para dar este
paso que es fundamental en este Octavo Centenario de la Orden recordarlo,
necesitó de una confirmación del Cielo. Y es la Virgen María, la Madre de Dios,
que le manifiesta claramente la voluntad suya y de su Hijo Jesús para que funde
una Orden Redentora para la redención de los cautivos. Esta inspiración mariana
o aparición de María a Pedro Nolasco es un hecho decisivo en la fundación, misión
y vida de la Orden de la Merced hasta tal punto que es impensado un mercedario
sin María. Es nuestro Padre san Pedro Nolasco el que ha dado a la Madre de Dios
un nuevo título o advocación, al invocarla como “Santa María de la Merced de la
redención de los cautivos”. Esta dimensión mariana que vive la Orden es
inseparable de la misión redentora. Muy pronto acuñará la tradición mercedaria
el cercano y familiar modo de llamarla “Nuestra Madre”, pues en este modo se
dice todo lo que quisiéramos afirmar de ella, “inspiradora de la obra
liberadora, el fruto más espléndido de la redención, espiritual fundadora de la
Orden, vivo modelo de consagración a Dios y de servicio redentor a los
hermanos, madre de los cautivos y de los redentores”, etc.”.
Fuente: Manual de la Virgen Visitadora