lunes, 27 de abril de 2015

¿QUIERES CONOCER LA VIDA DE SAN PEDRO ARMENGOL?... Su fiesta se celebra hoy 27 de abril

SAN PEDRO ARMENGOL, DE CAUTIVO A REDENTOR, UNA HISTORIA QUE TODAVÍA NO TERMINA

Fr. Carlos A. Espinoza Ibacache, O.de M.

Una vida, un símbolo

Pedro Armengol nació en la Guardia del Prats, en Tarragona, a mediados del siglo trece. Infancia y adolescencia normales sin ningún sobresalto, dentro de una familia también normal. No sabemos los nombres de los progenitores ni fecha de nacimiento.

Lo entretenido comenzó en la juventud de Pedro, cosa muy normal en los hombres de cierto nivel económico y social. Se afirma que su familia estaba emparentada con los condes de Urgel. Recuerden que san Francisco también lo pasó demasiado bien con una juventud a campo abierto, sin límites, no precisamente en las virtudes sino en los vicios palaciegos.

El joven Pedro dio un feroz vuelco en su vida. Las malas compañías, también jóvenes como él, experimentados en los deleites mundanos de vino, mujeres, orgías, como los carretes de la época, precipitaron al ejemplar niño de otro tiempo en una vida desordenada, viciosa, disoluta. El hijo pródigo en versión medieval, con todos los ingredientes de una época muy religiosa y normativa, pero también asquerosa en sus bajos instintos. Podemos imaginar la consternación de su familia y la impotencia para hacer algo por esta oveja perdida, descarriada y sinvergüenza. ¡Pobre Pedro! Decían y comentaban sus últimas fechorías por la noche con sus bacanes compañeros. ¿Cómo se divertían en la Edad Media? Eso lo dejaremos para otra oportunidad. Cada uno ponga imaginación y no se equivocará.

La vida mala de Pedro no se detuvo. Buscando nuevas experiencias que le llenaran su apetito insaciable de aventuras se metió en un grupo de bandoleros. Se puso a jugar con el terrorismo de la época. Asaltar, violar, matar y con ello distraerse para matar el vacío de una vida sin sentido. Como no había celulares ni vehículos de seguridad ciudadana, Pedro y su banda se adueñaron de los caminos y no se les escapó caravana alguna. Sembraron el terror y la inseguridad. Todos comentaban las noticias que llegaban con retraso porque no había cadenas de televisión que trasmitieran o teléfonos que sonaran.

En una ocasión, don Jaime I, rey de Aragón, debía hacer un viaje por aquella comarca. Pero don Jaime ya estaba advertido de las andanzas de Pedro y sus compañeros y mandó un escuadrón de gente de armas "a limpiar la ruta" para que la comitiva de su real señoría pudiera transitar sin peligros. A cargo del pelotón de fuerzas especiales iba nada menos que don Arnaldo Armengol, el mismísimo papá de Pedro. El encuentro era inevitable. Padre e hijo se encontraron frente a frente, espada con espada. Todos quedaron atónitos esperando el desenlace. Unos querían saber hasta dónde don Arnoldo podía imponer el imperio de la ley y el orden, los otros si su atrevido jefe de banda arrugaría o mataría a su propio padre, lo que sería para ellos un gesto de suma audacia. ¿Qué pasó entonces?

Aquí aconteció una cuestión rara. Por un momento se miraron sin decir palabra. Sus rostros permanecían fieros y duros como el metal de su armadura. Ambos se desmontaron y se fueron acercando con amenazante actitud. A cierta distancia ambos hombres se detuvieron como si estuvieran repasando los hermosos días vividos en familia. ¿Desde cuándo don Arnoldo no tenía frente a su angelical hijito? Quizás quedó impactado por las huellas de la libertina vida de Pedrito. Ambos se estremecieron internamente. De ambos fue brotando un cambio inexplicable. De repente, Pedro dejó caer su lanza y se despojó de su guerrera armadura. Don Arnoldo tiró lejos sus armas y ambos fundieron en un conmovedor abrazo. El hijo trató de decir algo pero las palabras no le salían. Como pudo le expresó a su padre la necesidad de ser perdonado y la voluntad de hacer un cambio radical de vida. Reconoció Pedro que había cometido tantos errores en su vida juvenil que sólo cabía retomar la buena senda. Don Arnoldo cumpliendo con su deber regresó con Pedro y sus secuaces bandoleros para hacer lo que la ley manda. Por los méritos de don Arnoldo, Pedro fue liberado del castigo de cárcel que se merecía.
 
Ya maduro en años y en vicios, Pedro se tomó muy enserio su promesa de cambio. Y encontró mejor que hacer algo grande por los demás, insistiendo varias veces para que fuera admitido en la Orden de la Merced. Pero los frailes lo hacían esperar, porque querían estar seguros del cambio de actitud de este adulto con un pasado tan bochornoso. Hasta que llegó el día feliz de Pedro. Fue admitido en la Orden y quedó bajo la sabia conducción de Fray Bernardo de Corbara, hombre de sobresalientes virtudes religiosas. Así Pedro fue haciendo el camino mercedario hasta comprometerse con el Cuarto Voto de Redención por el cual estaba libremente dispuesto a entregar la vida, si fuere necesario, para redimir a un cautivo en peligro de perder la fe. Es el voto fundamental de la Merced.
 
 
Fray Pedro Armengol fue enviado dos veces a efectuar la redención de cautivos al norte de África en tierra de musulmanes. En el segundo viaje, en Bugía, el año 1266, hubo de poner en práctica el Cuarto Voto. Debió quedarse de rehén por algunos cautivos al agotarse el dinero del rescate y estar en peligro de perder la fe. Como no llegara el dinero para rescatarlo, los moros se cansaron y decidieron colgarlo de una horca. Pero, por esas cosas de Dios, Fray Pedro quedó colgando y así lo encontró vivo Fray Guillermo de Florencia al día siguiente de su ahorcamiento. Pagó el dinero en rescate y se regresó con Fray Pedro Armengol que quedó con el cuello torcido por el resto de su vida como prueba de su martirio. Siempre que contaba su milagrosa salvación de la horca señalaba que lo había salvado la Virgen María mientras los ángeles sostenían su cuerpo.
 
Fray Pedro Armengol vivió casi por cuarenta años retirado en el convento de Santa María dels Prats, donde entregó su espíritu al Señor santamente en el año 1304. Realizado el proceso ordinario la Iglesia reconoció su culto y lo aprobó en el santoral en 1686. Su fiesta se celebra el 27 de abril.